Cuenta el mito que un pequeño clown, de unos ciento sesenta y cinco metros de estatura, estuvo a punto de “matar” al más terrible dictador que dio la historia. Su nombre es Charlot el “vagabundo” y es quien no soportó que Hitler, el alemán más despreciado de la historia, le robara parte de su identidad: el famoso bigote trapezoidal.
No es que hubiese podido matar verdaderamente a Hitler, por eso las importantes comillas. Lo que hizo fue rasgar la parte más sensible de su humanidad hasta ensangrentarlo profundamente. Para eso, usó el más efectivo y contundente de todas las herramientas: la sátira, que hiere de “muerte” a cualquiera al dejar por los suelos su imagen, ese terror y poder que Hitler se esforzó por construir. Con Charlot, o más precisamente con El Dictador, la película, Hitler aparece ante los ojos del mundo como un ser débil, gracioso, torpe.
Hitler se había metido con el hombre equivocado.
Pero primero hablemos de cómo se originó este encuentro y como se le ocurrió a Hitler dejarse ese bigote estilo Charlot que Chaplin había creado exclusivamente para su más grande personaje. Como se le ocurrió a Hitler, además, sabiendo que Chaplin era hijo de una mujer de origen judío y un confesado humanista, es decir, de pensamientos humanistas (sobre la sociedad y la economía) al margen de los reproches que se le puedan hacer a su vida personal, amorosa.
Simple: Hitler aprovechó la oportunidad. Charlot se había convertido en el más atractivo y querido personaje universal. Con Charlot no había distinción social, racial ni económica. Todos reían y disfrutaban con sus gags de clown en El Circo, El Pibe, Luces de la Ciudad, entre otras. Ese bigote característico era uno de los elementos que identificaba más a Charlot y Hitler, inteligente, astuto, no desaprovechó la ocasión de ganarse a la gente imitando ese bigote tan famoso que hizo que, si fuera poco, se convirtiera en la viva imagen física de Charlot. Faltaba más.
Pero cometió un gran error al meterse con su bigote.
Charles Spencer Chaplin, pantomimo hijo de actores de teatro, con la sangre de payaso corriendo por sus venas, caviló mil veces la forma de castigar la osadía de Hitler y no pudo haber encontrado la mejor forma que aleccionarlo con la película El gran dictador, donde aparece un dictador torpe, gracioso, algunas veces tierno e inofensivo, alguien que causaba más risa que miedo. Fue un golpe de nocaut.
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Pero bueno, esta también es una de las razones con algo de mito del porqué Chaplin creó esta Película.
Recomendable: Leer el libro “Charles Chaplin” de André Bazin, quien habla, entre otras cosas, sobre este tema.