En mi casa nunca me hacen caso cuando digo algo, cuando quiero opinar. En mi colegio me han enseñado que a pesar de eso igualito debo decir lo que pienso. Y aunque sé que mis palabras no tendrán importancia para muchos, ni siquiera lo leerán, igualito lo haré, porque quiero y porque eso es lo que me han enseñado, porque, dicen mis profesores, uno desde pequeño tiene que mostrar una postura y que eso ayuda a cambiar las cosas; no sé cómo podría cambiar las cosas con mis palabras; pero no importa, allí voy, me lean o no.

En mi casa me ven como un niño más, la única persona que me escucha con seriedad es mi tío. Él siempre está con su diario en la mano o con un libro de título medio raro (él sabe mucho). Algunas veces le pido que me preste uno, pero en lugar de eso me regala o me compra uno nuevo. En mi pequeña biblioteca (para mi edad, dice mi tío) tengo muchos libros. Se sorprenderían si lo vieran. Como decía, mi tío siempre está con un libro o un periódico y siempre anda soltando informaciones y datos y opiniones (verdad: mi tío vive a unas cuadras de mi casa, siempre lo voy a visitar).

Ahora último, en mi casa se ha estado hablando mucho sobre un tema. En varias ocasiones he querido opinar, pero claro, "soy un niño". Mi papá, mi mamá, mi hermano y su novia, mi hermana, hasta mi abuelita que ha venido a visitarnos y se ha quedado por una semana han dado su opinión.

Todo empezó días antes del siete de abril. El juicio a Fujimori estaba por culminar. Este caso lo he seguido porque me pareció importante, tanto que hasta averigüé sobre este señor. Leí que fue presidente del país, y que es de descendencia japonesa, pero que nació aquí, y que, debe ser por eso, tiene doble nacionalidad. El señor expresidente comenzó a ser enjuiciado después de haber sido extraditado por la Corte Suprema Chilena, gracias a la demanda enviada por el Perú. Lo trajeron por siete casos y, ya teniendo una condena de seis años, estaba siendo enjuiciado por los casos de Barrios Altos, La Cantuta y los secuestros en los sótanos del SIE. Faltaban poquitos días para la sentencia. Ya ven como sé, y a pesar de eso en mi casa no me hacían ni me hacen caso.

Mi papá estaba de acuerdo con que este señor de ojos chinos sea apresado, condenado, porque le hizo mal al Perú. Mi mamá también decía lo mismo, pero a ella le daba pena, no sé por qué, seguro porque lo veía viejito. Todos en mi casa creían en su culpabilidad: mi hermano, su novia, mi hermana... ah, mi abuelita también pensaba lo mismo, decía “ese chino es un ratero y un sinvergüenza”.

El día de la sentencia, todos estaban felices. En la noche, como siempre, todos estábamos reunidos en la mesa, para la cena. Fujimori había sido condenado a veinticinco años de cárcel, la máxima pena -dijo el juez-, acusado de autor mediato (autor mediato, autor mediato, sí, mi tío me lo ha explicado). Mi papá creía que la condena era la que se merecía el “dictador Fujimori” (mi papá le dice dictador porque hacía lo que quería, porque tenía un poder absoluto, eso me ha dicho mi tío). En mi casa todos estuvieron a favor de la condena a ese señor dictador, pues, dicen, le hizo daño al Perú cuando yo aún no nacía o estaba muy pequeño.

Yo también quise dar mi apreciación, porque yo pensaba algo, había escuchado la radio, a mi familia y a mi tío. Pero no me escucharon. Lo que quise decir en ese momento, en la cena, es que había escuchado a muchas personas decir que Fujimori también hizo cosas buenas, que acabó con el terrorismo, que estabilizó la economía, y que por eso Fujimori era más bueno que malo y no merecía estar preso. Yo quería decir eso porque en realidad estaba confundido: si hizo cosas buenas, ¿por qué fue condenado a prisión? Qué confuso. Fue por eso que me apoyé en la única persona que me podía explicar y escuchar: mi tío.

Ustedes no conocen a mi tío, si lo conocieran también quisieran ser su sobrino, se los aseguro. El es un hombre muy alto, tan alto que puede tocar el techo de su casa. Sus manos y sus piernas son muy largas y delgadas. Cuando camina yo debo casi correr para poder darle alcance. Cada paso suyo son cinco míos. Yo algunas veces intento imitarlo cuando lo acompaño a algún sitio, me pongo detrás de él sin que se dé cuenta y comienzo a caminar como él, corriendo algunas veces porque no es fácil darle el alcance. Alargo mis piernas lo más que puedo, mientras algunas personas se ríen, hasta cuando voltea y me mira fijamente, soltando después una risa. Mi tío es muy bueno, pero mejor es mi tía, su pareja, que siempre me recibe con cariñitos y besitos y abrazos y sobre todo con un clásico. Ella es una mujer muy atenta. Cuando voy a visitarlos, subo a la terraza y, mientras leo junto a mi tío, ella nos trae algo de comer y se sienta a acompañarnos.

El día sábado, después de la sentencia, fui a visitarlos por la mañana. Ya había pasado muchos días desde la sentencia y muchas cosas qué escuché me tenían aún más confundido. Como siempre, mi tía me recibió con un beso y un abrazo. Ya dentro, subí como mecánicamente, instintivamente, por el único camino por el que siempre subo todos los sábados por la mañana, levantando pie tras pie, brazo tras brazo, pensando en cómo mi tío debía estar sentado en su silla y que pronto, al terminar de subir la escalera, se sorprendería gratamente al verme.

Mi tío estaba como siempre sentado en su silla, con un periódico inmenso que le cubría toda la cara y gran parte del cuerpo, mientras unos rayos de sol lo atravesaban. Me acerqué lentamente a él, y con un susto de voz y brazos hice mi presentación (¡bu!). Mi tío me recibió con una sonrisa. Me senté a su lado y luego mi tía vino a acompañarnos. Los tres nos quedamos sentados: mi tía leyendo un libro, mi tío leyendo su periódico y yo esperando el momento para empezar a preguntar y salir de la duda y además poder por fin hablar mientras alguien me escucha con atención e interés. Esperé unos minutos. Cogí el libro que había llevado conmigo y aparenté leer. De rato en rato los miraba sigilosamente, apartaba mi vista muy lentamente y los miraba por un lado del libro (creo que ellos se dieron cuenta). De un momento a otro, mi tío apartó su periódico y me quedó mirando. Yo dejé el libro a un lado y también lo miré. Mi tía se quedó mirándonos. Entonces al fin pude decir lo que creía sobre este asunto.

Primero empecé mencionándole la condena de veinticinco años y luego que yo creía justa la condena, por todo lo escuchado y leído, aunque me sentía un poco confundido porque muchas personas aún lo defendían.

-Sí, pues, tío, algunas personas mencionan la escasez de pruebas directas contra Fujimori, porque, dicen, solo son algo así como indicios (en el diccionario dice: “Fenómeno que permite conocer o inferir la existencia de otro no percibido ¿?). ¿Qué son indicios, tío? (...) Y que por eso la condena no es justa. Pero no solo eso, tío; también dicen que Fujimori no tuvo relación con las matanzas, que lo que hizo Fujimori fue humanizar el plan de lucha contra el terrorismo (eso dice un señor gordo de ojos grandes y verdes que da miedo; parece que nada le importara). Humanizó, tío, eso dijo, por qué se ríe... Bueno, tío, dicen eso y que además el no dio órdenes directas, que ni siquiera sabía de la existencia de este grupo, Colina. Por último, tío, y esto es lo más confuso, dicen que Fujimori gobernó en un momento difícil, y que sin embargo estabilizó y desarrolló la economía del país y acabó con el terrorismo, y que por eso hizo muchas cosas buenas y pocas malas, y que las malas las hizo porque la situación lo ameritaba… ¿Cómo, tío, algo así como lo de Romero? ¿Quién es Raúl Romero, tío?... Sabe, tío, yo aún estoy seguro de su culpabilidad. Sus defensores solo mienten...; claro, tío, porque un presidente que fue jefe de las Fuerzas Armadas cómo no va a saber nada, y cómo nunca hizo nada por investigar los casos y por el contrario trató de ocultarlo, defendiendo luego a los culpables, y cómo viene tan tranquilo, después de irse, con una sonrisa altanera, como si las víctimas nunca hubiesen muerto y no hubieran padres o hermanos o amigos sufriendo. Tío, por eso aún creo eso, pero insisten tanto...

Mi tío me escuchó hasta la última palabra, aclarándome algunas cosas en ciertos momentos, y luego me dijo lo que sabía y pensaba. Empezó primero diciendo que indicios es el elemento relevante de este juicio, junto con el concepto “autor mediato” y “dominio del hecho”.

-Mira, Pepito, en este juicio se ha tomado en cuenta los indicios, legalmente válidos pues en los casos de gobernantes acusados de lesa humanidad no se han encontrado documentos directos, como no lo hubo en el caso de la matanza judía por los nazis…, después te explico qué es eso…; el caso es que es un recurso legal. La Sala Especial lo tomó en cuenta para concluir el fallo. Sobre los indicios hay muchos ejemplos, algunos de ellos son a los que tú te has referido… se ve que has estado al tanto…: que Fujimori estuvo al mando de las Fuerzas Armadas, que ocultó el delito y luego defendió a los culpables, amnistiándolos. Además, hay pruebas de que creó dos sistemas de lucha; uno conocido, y otro oculto en el que participó el grupo Colina, encargado de la eliminación; Martín Rivas lo ha dicho en una entrevista, aunque después lo haya querido negar. Otra cosa es el orden jerárquico y de mando: en el SIE se formó un aparato de poder que empezaba desde el grupo Colina y llegaba hasta Montesinos y Fujimori, lo que induce -ves, aquí el término- que Fujimori sabía de este grupo, que él fue el creador, el responsable. Y así otros indicios, como las felicitaciones al grupo Colina, los testimonios de Gorriti y Dyer, etc. Pero ahora lo otro es la “autoría mediata”, lo has de haber escuchado.

-Sí, y me confunde un poco.

-Esta tesis se usó para condenar a Fujimori a la máxima condena legal, la de veinticinco años. La autoría mediata se le imputa a aquellos que cometen un delito a través de una segunda persona bajo su mando; en el caso de Fujimori, él y el grupo Colina formaban parte de un aparato de poder estructurado, del que Fujimori era jefe y el grupo Colina estaba bajo su autoridad. ¿Por qué era autor mediato? A ver, Pepito, ya que el grupo Colina estaba subordinado a Fujimori, pues este era jefe del aparato de poder –esto es dominio del hecho, sobrino, recuerda-, las acciones cometidas por este grupo eran responsabilidad de él. ¿Me entiendes, Pepito? El grupo Colina recibía las ordenes de arriba, del jefe máximo, de Fujimori. Él era conciente de las funciones de este grupo. Por último, sobrino, los indicios y la autoría mediata se vinculan, pues gracias a los indicios se pudo inferir o deducir o saber que Fujimori era responsable del origen del grupo Colina y de sus actos. Espero me hayas entendido, Pepito; ¿tienes alguna pregunta?

-Sí, creo que entendí -le dije a mi tío luego de escucharlo con mucha atención. Autor mediato, indicios y dominio del hecho. Sí, y hasta los había apuntado, por si acaso-. Pero, tío, se ha olvidado de las otras cosas; eso de cosas buenas y malas, de humanización, de un momento difícil y de agradecerle por las muchas cosas buenas.

-Ah, cierto -me dijo mi tío-. Mira, sobrino, con Fujimori el Perú cayó en lo más profundo de la corrupción, se destruyó la democracia, el desorden imperó, los medios de comunicación perdieron todo respeto. Fujimori hizo lo que quiso: traficó con armas, se robó dinero del país, compró y corrompió medios de comunicación y congresistas, vendió las empresas nacionales; hizo del país su juguete personal que ensució, embarró y denigró... Sobrino, un país para crecer necesita de democracia, de orden, de valores, de honradez, de respeto, de educación, de esperanza, y con ello, el desarrollo ecónomo, con esfuerzo e ideas, se logra. Y, sobrino, esas muertes se pudieron evitar, los jóvenes universitarios y las personas de Barrios Altos, además de estar claro que no eran terroristas, estaban indefensos, por lo que no era necesario matarlos de ese modo, hasta mataron a un niño. Eso solo demostró la naturaleza del grupo Colina, un grupo asesino. No hay justificación. Ah, y de la humanización...

-¿Por qué se ríe, tío? Usted también tía.

Aún no entiendo por qué mi tío soltó una risa cuando dije eso, pero ya no importa. Lo que sé es que estoy convencido de la culpabilidad de Fujimori y que debe cumplir su condena. Yo creo que ese señor debería, en los últimos años de su vida, ya fuera de la cárcel, alejarse de la política por respeto al país, vivir con su familia, tranquilo, y tratar de reflexionar, es bueno reflexionar.