Hace cuatro años no imaginé escribir sobre él. Lo observé durante veinte minutos y , tras algunos ataques de risa, abandoné el aula donde proyectaban la película Luces de la ciudad. En ella se veía al personaje de nombre Charlot, un tipo pequeño que caminaba como si usara el zapato izquierdo en el pie derecho y el derecho en el izquierdo, un pingüino vestido de frac negro y pantalón holgada, con un agujero notable en la nalga derecha. Entre la nariz y la boca se veía un pequeño bigote trapezoidal que, de vez en vez, hacía bailar de izquierda a derecha como si algo le picara.  Siempre acompañado de un bastón flexible manejada con elegancia, como un gentleman de la más alta clase social y adinerada.

Sin embargo, más allá de una o dos tapadas de boca, en un intento por obstaculizar la fuga de un grito femenino, agudo, sus payasadas no fueron suficientes para llamar por completo mi interés.

En aquellos días, de Chaplin-Charlot tenía la imagen simple de un actor del cine mudo. No lo conocía mucho y creía que no era cosa de otro mundo. No estaría escribiendo estas líneas si no fuera porque días después volví, por el azar, a ver la película, siendo el inicio de una admiración que hizo que gastara, sin miramientos y quedándome muchas veces sin pasaje, sus películas más y menos famosas.

Lo recuerdo muy bien. Sentado en una de las carpetas, esperé sin mucho entusiasmo que mi profesor volviera a poner el video. La película inició y desde el primer minuto comencé a reír, como aquella primera vez, con la única diferencia de que esta vez decidí quedarme, ver que más hacía este personaje y, sobre todo, saber en que acabaría la historia.

Algunas escenas de esa película son ahora símbolos históricos de la comicidad: Charlot que no resiste la curiosidad de ver los atributos de una mujer desnuda parada detrás de una vitrina. Charlot dando clases singulares de boxeo.

http://www.youtube.com/watch?v=zskO9O3hF78

De Charlot se dice y escribe mucho. Uno de los tantos comentarios y críticas sobre este personaje, me sugirió una idea. Charlot es un payaso, un clown. Nunca había pensado en eso. Charlot es gracioso, singular; da risa. Pero pensarlo como payaso fue algo, por lo menos, muy lejano a mis interpretaciones (no como alguien que hace payasadas, sino como un verdadero clown). Ahora, cada vez que lo vuelvo a ver, no tan solo lo veo como clown, sino, como dijo Mariátegui en uno de sus artículos refiriéndose al clown inglés, como "... el máximo grado de evolución del payaso..., un mimo elegante...".

Ver a Charlot es ver a un payaso actuar. Todo en él es reflejo de un payaso en continua labor: sus ademanes, su forma de caminar, de sentarse, mirar, comer, expresarse. Es como si Charlot antes de ser vagabundo haya sido un payaso. Un vagabundo que a pesar de haber dejado aquel oficio, de no tener ya la indumentaria de clown, aún le quedara inevitablemente el espíritu de payaso. Un payaso vagabundo.

Lo interesante de todo esto son dos ideas que se me ocurrieron a raíz de esto: la primera es que Charlot (el personaje) no sabe que es un payaso o que parece un clown de verdad; y la segunda es que, en realidad, su creador no construyó un payaso. La idea es esta: Charlot no fue creado como un payaso, pero lo es, pero, por otro lado, él no lo sabe. He aquí la idea o problema principal. ¿Por qué Charlot aparece como un verdadero payaso, sin que sea esa la intención tanto de él ni -por añadidura- la de su creador Chaplin?

La respuesta a esto, creo yo, es su propio creador, Chaplin.

Charlie Chaplin, nacido en Londres en 1889, proviene de una familia de clowns. Fue desde pequeño un pantomimo, un clown de circo. En su niñez aprendió y desarrolló el arte de los gestos, de la imitación, heredado, se dice, de su madre, quien era actriz de teatro. Los gestos y la imitación, además de su ingenio, siempre fueron sus principales recursos de clown. Los que hablan de él siempre coinciden en algo: su capacidad para imita y gesticular, su gracia natural e ingenio para improvisar. Una gran muestra de lo dicho es un video que hasta antes del 2007 era inédito. En el video aparece un Chaplin joven imitando a Greta Garbo y a Napoleón, con una gracia que demuestra su origen: el circo.

http://www.youtube.com/watch?v=6pHcz4uHZC8

Es por este antecedente de Chaplin que creo lo siguiente:

Todo lo que de payaso tiene Charlot, se debe a su creador. Chaplin cuando lo construyó no tuvo la intención de crear un payaso, es decir, que el perfil de su personaje fuera el de un payaso. El problema con ello es que al ser Chaplin un clown, un pantomimo, su espíritu se trasladó al de Charlot involuntariamente. Es cierto que lo hizo gracioso, divertido, tanto como él, pero nunca lo pensó como un payaso. Es por ello que Charlot no es conciente de eso, de su espíritu clownesco. Actúa y piensa como lo que es, como fue creado: un vagabundo gracioso. Y ni siquiera es conciente de esto último (cuando baila su intención no es hacer reír. Así es él, un payaso, solo que no lo sabe).

Charlot, con vida propia, se presenta de esta manera en cada una de las películas como un payaso vagabundo -aunque inconciente de ello-, no como un vagabundo payaso.

Por ejemplo, en la película Vida de perro lo vemos mostrarse como un gran pantomimo. Con hambre, y con un perro en sus mismas condiciones, Charlot se acerca a una carreta donde un pobre vendedor prepara  panes. Charlot deja a su perro a un costado, echado y con mucha hambre y se alista a llenar su barriga. Charlot no puede tener más suerte: el vendedor ha dejado una bandeja con panes recién hechos y le da la espalda mientras sigue cocinando otros. Con un fugaz movimiento del brazo, coge uno, dos panes y se los lleva a la boca casi al mismo tiempo, pero antes de masticarlos y tragarselos el vendedor voltea. Charlot inmediatamente muestra su más inocente e indiferente gesto al mismo tiempo que paraliza su boca y cada parte de su cuerpo. Pero hay algo diferente en su rostro: sus mejillas tienen una leve hinchazón. El vendedor lo mira, mira los panes, nota que la bandeja está menos pesada, vuelve a mirarlo y este permanece en quietud y desdén, con los cachetes aún levemente inflados: no ha hecho nada. El ingenuo vendedor voltea, y claro, Charlot, en un solo y rápido movimiento de la boca, se pasa los panes. Luego vuelve a coger otros, se los come en unos segundos, y el vendedor vuelve a voltear inmediatamente, pero ya era tarde de nuevo: la bandeja no era la misma. El vendedor, sorprendido, dirige su mirada hacia el perro y mueve sus cejas en gesto de suspicacia. El inocente perro lo mira y se lame el hocico.

http://www.youtube.com/watch?v=_MsiK54ZWGM&feature=related

Una muestra final -la más importante diría yo- de Charlot clown es la película El circo, de la que Mariátegui dijo: "... es, subconcientemente, un retorno al circo, a la pantomima". Es aquí donde Charlot se desenmascara, claro, aún sin darse cuenta, y se presenta como un clown:

Como siempre, errante, Charlot camina por las calles, sin nada en los bolsillos, hasta que por el azar consigue trabajo en un circo. El dueño observó en él a un verdadero payaso, a alguien que hacía reír a la gente a diferencia de sus payasos. Charlot se convirtió en la estrella del circo, pero sin saber que lo era, ni por qué. El dueño lo sabía y por eso trató por todos los medios de evitar que lo supiera. Sin embargo, al final supo que lo era, pero nunca por qué: Charlot siempre fue un payaso, pero él nunca fue consciente de eso. 

.


Una gran frase al respecto sería la dicha por André Bazin: “De no haber existido el cine, Charlot hubiera sido sin duda un clown de gran talento…”. Pero, claro, siempre y cuando alguien se lo dijera.